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3 de febrero de 2012

Cloves, segunda parte

Una ducha caliente, larga, de una hora mínimo. Necesitaba frotar aquel olor a fracaso que todavía impregnaba su piel. Ella se frotaba el cuerpo con lo que parecía ser la esponja de un faquir, dejando los brazos, las piernas y el estómago del color inocente de unas mejillas sonrojadas. Pero ella no era inocente. Era todo lo contrario. Se sentía sola en una ciudad atormentadamente concurrida... Decidió tomarse un trago, el agua no estaba dentro de sus posibilidades. Sola, desnuda, se tomó una copa de vino, pero le sabía demasiado elegante para aquel momento de arrepentimiento. Buscó en la cocina algo que llevarse a la boca. Vacío, de nuevo. ¿Hacía cuánto que no cocinaba? No supo responderse. 
"Aún apestas a fracaso" le dijo un espejo, cruel. 
"Vete a la mierda, voy a seguir adelante, sea como sea". 
Esa noche decidió que no volvería a buscar jamás una seducción recíproca en algún bar de mala muerte, que dejaría la bebida para momentos realmente malos (que eran prácticamente su día a día) y que cambiaría su forma de ser. 
Unos minutos después, se dio cuenta de lo que había pensado. "¿Por qué debo ser yo la que debe cambiar, para conseguir gustarle al mundo?" Se sorprendió cuando lo que apareció ante su copa fue una auto-respuesta: "Porque la vida, la sociedad, y los que te rodean jamás cambiarán, seguirán siendo increíblemente superficiales, las sonrisas que veas durante el día serán tan falsas que te harán creer que son reales."


Si queréis leer la primera parte, el origen de éste texto, aquí tenéis el link. 

1 comentario:

  1. Como siempre magnífico, me gusta tu madurez intelectual y cómo captas los sentimientos. Mereció la pena leerte tan desde pequeña.

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