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24 de mayo de 2012

Love is the answer.

Mientras dejaba escapar el humo de su cigarro recién encendido, lo comprendió todo. Supo, en ese mismo instante, apoyada en la ventana bajo la luz tenue de la luna, que estaba enamorada del amor. Suspiraba por un romántico atardecer en la playa con el hombre al que amaba o una cena iluminada por la tenue calidez de las velas, acompañada de una copa de vino, y por supuesto, él. 
Comprendió que el amor no era manipulable, actúa a su antojo y es, afortunadamente en su caso, impredecible. No se alinean las estrellas ni cantan los ruiseñores cual película de Hollywood, pero lo que sí sabía es que cuando uno se enamora, se produce una conexión eléctrica entre los conductos del cerebro y del corazón. Amaba el hecho de estar totalmente prendida de otra persona. Desconocía su destino, su futuro inmediato, pero el presente dictaba que las líneas de aquella historia se disponían a continuar, que pasara lo que pasase, ella seguiría en pie, en aquella ventana, disfrutando de lo que tenía. 
Sonaron unas campanadas lejanas, del antiguo monasterio, y aquello fue una señal tan obvia... se estremeció de felicidad al pensar que algún día, aquellas campanas sonarían por ella. Por él. 
Y su compañía no sería la única, también tendría a sus dos amores fraternales, acompañándola, el resto de su vida. 
Tal vez se demoraba demasiado pensando en todo aquello, que era joven y el futuro deparaba muchos cambios... Pero se sentía cómoda. Era reconfortante pensar que alguna vez, en un momento determinado de su vida, en el resquicio de aquella ventana, recordaría todo esto (quién sabe, tal vez cumplido) y sonreiría. 
Ésa sonrisa la acompañaría para siempre.
Se le iluminaron los ojos y se recostó, aovillada, esperando ansiosa a que llegara la mañana y pudiera volver a verle, con la misma ilusión con la que lo vio el primer día. El amanecer estaba por llegar, pero ella no tenía ninguna prisa... y se durmió tan plácidamente que apenas pudo recordar qué fue lo último que le vino a la cabeza.