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30 de julio de 2012

El mar.

Mirarse a los ojos, preguntarse qué decir. Después de tanto tiempo, tantas vivencias que se esconden bajo una nube de humo mojado que empapa los recuerdos y desfigura el tiempo. 
Tantas risas, ahogadas ahora por el sonido incesante de los prejuicios, las suposiciones... 
Un juicio popular tras otro. Condenas injustas. Miradas de sospecha, de desconfianza. 
Mudo el teléfono cual pájaro en un frío día de nevada. 

Calor en la distancia, rumores en la esquina.
Besos a un par de centímetros de la piel.
Y yo que sólo quiero la brisa marina.
Y tu boca.
Y tus ojos.
Y tus manos.
Y tus abrazos.
Y tus cánticos al oído.